UN SALUDO DE AÑO NUEVO, DE LOS RETOS QUE SIGUEN, EPÍLOGO DE UN AÑO DE CONTRASTES
Buenas tardes.
Cae el telón del año 2008, con su cauda de tristezas, alegrías, emociones y nostalgias.
Ha sido, de verdad, un año de contrastes. Si nos quedáramos a ver las imágenes de la Caravana del Retorno por la Vida, la Paz y la Esperanza, hace apenas dos semanas, podría concluirse que en medio de todo con algunas sonrisas que dibujaron la esperanza, logramos cerrar el que ha sido uno de los periodos más complicados de nuestra historia reciente.
Pero no podemos borrar de la mente tantos instantes que de un momento a otro dibujó la realidad al frente nuestro. Late el recuerdo de tantos que se fueron en este 2008. Algunos, si bien con la tristeza de sus deudos, amigos y paisanos, se despidieron en medio de las circunstancias de sus quebrantos de salud. Otros fueron arrebatados por la violencia ciega, no sólo en el brutal atentado del 14 de agosto, sino en acciones que al cegar vidas humanas arrancaron de cada uno un poco de lo que somos como pueblo.
A la ilusión de ver en el horizonte la materialización de viejas aspiraciones que como población hemos tenido, se sumaron las ausencias de personas queridas en el afecto.
Muy temprano, el año despegó en enero con la noticia infausta de la muerte de tres personajes muy queridos, como don Ramón Eduardo Barrera, Héctor Evelio Zapata y Elías Piedrahíta. La cuenta de quienes se marcharon se hizo rauda y vio partir a doña Gloria González, luego a nuestro compañero de la Junta Directiva de la Colonia, William Builes. También se marchó Santiago García, un recordado profesor de la Antonio Jota Araque. Otra profesora, Inés Barrera, se marchó en el 2008, al lado de don Darío Calle, quien quedó convaleciente luego del estallido brutal del 14 de agosto y nunca pudo recuperarse.
El invierno hizo de las suyas y en una avalancha en la quebrada San Miguel, se llevó la vida de don Huberto Macías, cuyo cuerpo, intacto, como raras veces ocurre en las crecientes de esta quebrada, fue rescatado poco después con el auxilio de improvisados y solidarios rescatistas.
La violencia nos quitó a Rolando Lopera y a Jaime Cifuentes. El uno, joven y lleno de expectativas. El otro, un político que dejó huella como concejal de Ituango y dirigente en nuestro pueblo.
El epílogo de una larga enfermedad vio partir a Silvia Posada Agudelo, una mujer valiente, hecha para el servicio, como lo demostró mientras la vida le dio las fuerzas suficientes para hacerlo, con total desprendimiento y desapego. También la muerte se llevó a Óscar Machado, eximio billarista, ex inspector de Santa Lucía y Santa Rita, y a doña Angélica Gallo, la madre de la familia Calle Gallo, el día en que su familia se aprestaba a celebrarle su día, el segundo domingo de mayo. Y en Barranquilla, un absurdo accidente se llevó a Delio Correa Restrepo. Y otro patriarca se despidió: don Gilberto Ruiz Escobar, el padre de la familia Ruiz Guzmán.
EL ATENTADO DEL 14 DE AGOSTO
Pero el punto más alto del dolor lo vivimos el 14 de agosto pasado. Cada quien tiene en su mente qué pasaba en ese instante. Algunos en el parque, donde un concierto de rock hacía las delicias de la gente. Otros en la peatonal, a lo largo de esa vía que aquella noche ebullía alegre y dichararachera. En alguna calle de Ituango, en alguna casa, en alguna vereda cercana, en la carretera hacia Medellín, se sintió el eco de la explosión. Un viento frío. Algo grave está pasando. Cada quien buscó a los suyos y se tranquilizó con las noticias, mientras los rumores sobre varias personas muertas alertaban sobre la magnitud del acto aleve.
"No quería acostarme todavía. Estaba en una vereda cercana, desde donde se divisa el pueblo. Me parecía sentir la alegría, aunque dentro de mí había cierta inquietud que no alcanzaba a comprender". La señora que así habla cuenta que cuando explotó la bomba vio de lejos cómo se oscurecía el pueblo, se callaba la música y comenzaban los gritos, el ulular de las sirenas y el sonido de los pitos.
En Ituango un joven bombero intenta inútilmente pelear contra el miedo de levantar del piso a quienes reconoce como sus compañeros de colegio. Desmadejado, lanzó un grito que se escuchó en todas partes y como un loco salió en medio del llanto y el desespero a buscar refugio donde ya no había lugar para encontrarlo.
En toda la esquina de la Peatonal "Héctor Evelio Zapata" con el cruce de la carrera Ruiz, los cuerpos yacen desparramados por todos lados. Hay llanto y mucha angustia. Los sobrevivientes se tocan para saber hasta dónde los alcanzó la onda asesina. "No tengo nada, estoy bien, mi niño está conmigo y parece que está bien también, él me pregunta que qué fue lo que pasó. No sé contestarle, no quiero llorar para no asustarlo aunque ya hay suficientes razones para eso", cuenta todavía ensimismada por el ruido, una señora que departía con su familia en el lugar preciso del atentado.
Son tantas historias... Al frente del Hospital cientos de personas se arremolinan y claman información sobre sus seres queridos. Amigos, hermanos, sobrinos, hijos que todavía no se reportan. Algunos ya no lo harán más porque el azar los eligió para que recibieran en sus órganos vitales el empujón fiero del estallido de la bomba.
El Hospital de Ituango es zona de campaña. Suben y bajan los vehículos. Algunos disparos en el parque aumentaron el temor. Pronto los que todavía estaban al frente del Comando de Policía se repliegan a sus casas.
Las motocicletas suben y bajan con heridos y afectados. En el piso del Hospital no hay por dónde caminar. Las señales de celular que cubren a Ituango, Comcel y Tigo, se bloquean por momentos, impotentes para recibir el flujo endemoniado de miles y miles que quieren saber algo de los suyos.
Llanto, tristeza, un gesto de impotencia. Ituango se despierta el 15 de agosto con la noticia de la muerte de 7 de los miembros de su comunidad. Alberto Calle Gallo, un veterano funcionario público, y varios muchachos llenos de ilusiones, algunos de los cuales este año sacaban sus grados: Cristian Camilo Cossio, Juan Guillermo Osorio y Camilo Pineda. A ellos se sumó el joven bachiller y bombero voluntario, José Alejandro Arias, y el campesino de La Georgia Iván Darío Henao.
Y en todos estos hechos, sin excepción, la solidaridad de los ituanguinos se hizo presente para demostrar que las dificultades no logran arredrarnos.
Un año de contrastes. Un año en el que logramos entre todos consolidar la organización de nuestra Colonia de Ituango en Medellín, como una organización fuerte, seria y comprometida con Ituango. Un año en el que nuestros campesinos sintieron el desarraigo con el desplazamiento forzado.
Un año en el que vivimos la tristeza en grado sumo y luego la emoción apretada en cada uno de los instantes que descorrieron los actos de la Caravana del Retorno. Desde la llegada, con cientos y cientos de personas en las bocacalles, con el llanto en los ojos de visitantes y lugareños. La Marcha de la Luz, un acto sobrio para recordar a nuestros muertos. La alborada, la conjunción afortunada de jóvenes y niños en La Plazuela, la entrega masiva de regalos, el recorrido solidario a nuestros paisanos internos en la cárcel y a nuestros viejos en el Asilo de Ancianos. Y después la magistral serenata que nos regaló la Coral "Luz Marina Ruiz Guzmán" en el parque principal, cuyos ecos preñados de nostalgia todavía resuenan en Ituango. Y luego la presencia de nuestros obispos Ricardo Tobón y Flavio Calle, al lado del señor obispo de Santa Rosa, Jairo Jaramillo, quienes coincidieron con el señor gobernador Luis Alfredo Ramos y nuestro paisano John Fredy Rendón en el parque principal.
UN AÑO DE MUCHOS RETOS
Un año de contrastes que hoy es reflexión sobre el futuro.
Vamos a consolidar nuestra organización social en el Valle del Aburrá, nuestra Colonia de Ituango en Medellín, a través de sus Comités de Trabajo en cultura, en deportes, investigación, educación, el voluntariado de señoras, los jóvenes universitarios. Tenemos grandes retos al frente y los vamos a asumir con toda la fuerza de la ituanguinidad.
Una larga agenda nos espera, para sacar adelante varios eventos que nos convocan y que son importantes en nuestro devenir como pueblo, porque la Vida sigue:
-Las Jornadas por la Vida "Jesús María Valle Jaramillo", los días 25, 26 y 27 de febrero.
-Las Fiestas de la Ituanguinidad y del Retorno, en agosto.
-El Foro de Reflexión "Pensemos a Ituango", en fecha por definir.
-La Asamblea General de la Corporación Colonia de Ituango en Medellín, en fecha por definir dentro de los tres primeros meses del año, según los Estatutos.
Como ven, compromisos que nos fortalecerán como pueblo y como organización social. Por ejemplo, las Jornadas por la Vida "Jesús María Valle Jaramillo", institucionalizadas por Acuerdo Municipal emanado de nuestro Concejo, deben convertir a Ituango en un referente de reflexión nacional e internacional alrededor de los Derechos Humanos, de la Paz, de la democracia y de la participación.
QUE NUNCA MUERA LA ESPERANZA
La frase del pendón que hizo recorrer el padre Guillermo, "¡Qué nunca muera la esperanza!", retumba con la contundencia de su mensaje: Que nunca muera la esperanza de un pueblo que se asoma al futuro con la ilusión de bienestar para su gente. Que nunca muera la esperanza de un pueblo solidario y digno, un pueblo de paz que alentado por el recuerdo de sus muertos reivindica la Vida como manifestación suprema de la existencia como logramos entenderla.
Con nuestro sincero aprecio,
Corporación Colonia de Ituango en Medellín,
Comité de Comunicaciones,
Heriberto Gallo Machado, coordinador.
martes, 30 de diciembre de 2008
lunes, 29 de diciembre de 2008
RECUERDOS GRÁFICOS DE UNA CARAVANA INOLVIDABLE
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